No todos los llamados hemos respondido. Sabemos que de entre
los doces primeramente elegidos, Judas Iscariote no respondió. Digamos que
desertó, se alejó y perdió quizás la fe en Jesús. Sucede igual con muchos de
nosotros. Posiblemente hacemos oídos sordos a la llamada del Señor.
Muchos nos hemos descartado y estaríamos incluso dispuestos
a apostatar. Rechazamos ese Bautismo que pidieron nuestros padres a la Iglesia.
Sin embargo, Jesús nos espera y nos abre los brazos, y nos recuerda su llamada.
Está pendiente de nosotros.
Siempre estamos a
tiempo. La llamada está vigente mientras dure nuestra vida. Si estamos
bautizados, el Espíritu Santo está con nosotros. Sólo necesitamos abrirnos a su
acción y dejarnos conducir por su Gracia. Y, si no estamos bautizados, podemos
igual acercarnos a la Iglesia y pedirlo, preparándonos a la conversión.
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