Los pasos de Jesús estaban vigilados. Su fama se había
extendido sobremanera y acudían a Él de todas partes. El gentío era enorme y le
acercaron un paralítico. Al no poder entrar no se resistían a perder la
ocasión, lo que demuestra la fe que tenían aquellos hombres, y abriendo un
boquete por encima de la casa, se lo pusieron delante.
Jesús al ver la fe de aquellos hombres, dice al paralítico: “Hijo,
tus pecados te son perdonados”. Y todos los presentes quedan perplejos, pues
esperaban el prodigio de que lo curara. Los escribas pensaban que Jesús estaba
blasfemando, pues sólo Dios puede perdonar los pecados.
Y Jesús, percatado de esos pensamientos les dijo: «
¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al
paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate, toma tu
camilla y anda?’ Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra
poder de perdonar pecados -dice al paralítico-: ‘A ti te digo, levántate, toma
tu camilla y vete a tu casa’».
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