Los cristianos tenemos dos madres. Una madre de la tierra, a
la que queremos mucho, y una madre del Cielo, a la que nos encomendamos para
que nos proteja y nos acompañe en el camino y seguimiento a su Hijo Jesús.
Una Madre en la que confiamos y le pedimos su intercesión
para que nuestro corazón viejo y endurecido sea transformado, como el agua en
vino, en un corazón suave, comprensivo, humilde y bueno. Una Madre que, como
cuidó del Niño Dios, cuide también de nosotros.
Pero, también un padre
como José. El esposo justo y custodio del gran Misterio del Hijo de Dios. Que
defender y proteger a María y al Niño de los peligros y amenazas que en
aquellos momentos se les presentaron. La Sagrada Familia, ejemplo y modelo,
junto a los pastores de una Iglesia en adoración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.