Juan el Bautista envía a preguntar
a Jesús si era Él a quien esperaban, o había otro que esperar. Indicios que nos
descubren que hasta Juan tenía dudas. Cuánto más podemos tener nosotros. Sin embargo,
la respuesta del Señor nos presenta el anuncio que ya Isaías (35, 1-6ª.10),
muchos años antes, había profetizado.
Nace la esperanza y todo reverdece. El hombre conoce la
Buena Noticia de salvación, porque la vida se renueva. «¿Eres
tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id y
contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».
Por eso es tiempo de
preguntarnos: ¿A quién esperamos? Empezábamos interpelándonos respecto a esa
pregunta. Y es que quizás esperamos a otro u otras cosas que nos den esa
felicidad que anhelamos y buscamos. Realmente, ¿queremos encontrarnos con Jesús?
Dejemos, pues, que entre en nuestro corazón y vivamos en el esfuerzo de amar
como Él. Entonces comenzaremos a ver y nacerá dentro de nosotros.
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