Los problemas de las diferencias entre los hombres nacen de
la consideración del poder. El poder me hace ser superior a ti y te esclavizo,
o te excluyo y me considero mejor que tú. E incluso deriva en la esclavitud y
en la explotación. Y surgen las diferencias de clases, de estirpe y hasta de
dignidad.
Y esas diferencias se hacen insalvables si el hombre no se
llena de humildad. El Evangelio de hoy nos lo dice claramente. Uno, fariseo, se
considera un hombre justo, honrado y cumplidor. Pero, él mismo califica a otro,
publicano, como pecador, que no cumple y
que es indigno de perdón.
El benedicto ya lo
conocemos, y si no es así puedes leerlo en Lucas 18, 9-14. Ser humilde nos hace
mejores y nos descubre que también nosotros somos pecadores, pues la dignidad
no nos viene de los hombres, sino de Dios, que perdona a aquellos que se
reconocen pecadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.