domingo, 18 de septiembre de 2016



Proclamar la Palabra de Dios es experimentarte dispuesto a todo. Es sentirte en acción plena y arriesgar, dándolo todo, toda tu astucia y capacidad para iluminar con tu vida y palabra, la Palabra de Dios. Porque esa es la Luz por la que debemos dejarnos alumbrar.

Sin embargo, experimentas que te retraes, experimentas miedo, vergüenza y respeto humano. Y piensas más en ti, en tu ridículo y tu vergüenza que en dar a conocer la Palabra y arrojar luz en la vida de los otros. Recuerda que quien se avergüenza del Señor (Mc 8, 38), Él también lo hará delante del Padre.

Y confía en que sentirás gozo y alegría cuando padezca esos insultos, risas y te sientas ridiculizado por aquellos que rechacen la Palabra de Dios carguen contra ti. Porque es entonces cuando has ganado un tesoro en el Cielo y cuando has sido luz para los otros, a pesar de no querer dejarse alumbrar.

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