domingo, 4 de septiembre de 2016



Es de sentido común entender que si no decides apostar por algo concreto y determinado, llegas a confundirte y a no saber qué es lo primero en tu vida. Jesús lo deja muy claro hoy en el Evangelio: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.

Pero, también deja claro que, todo aquel que quiere seguirle lo demuestra en el amor. Amor a Él sobre todas las cosas, pero también, amor al prójimo como nos ama Él. Y eso se demuestra amando a todos aquellos que nos rodean y se cruzan en nuestra vida, donde están incluidos padre, madre, hermano, mujer, marido, hijos…etc.

Porque es que el Amor a Dios es vital para que nuestra vida funcione y sea reflejo de la de Jesús en medio de todos aquellos que conforman nuestro vida y nuestro mundo particular. Porque sin Él todo se complica y nacen los egoísmos que nos enfrentan y separan. Sólo su Palabra nos salva.

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