La vida, esta vida nuestra, tiene su hora y su final, pero
el sentido común nos dice que está llamada a la eternidad. Pero una eternidad
gozosa y plena, porque también la hay que es un tormento y sufrimiento para
aquellos que rechacen la salvación que nos brinda Jesús.
Y aunque parece una contradicción, la vida empieza con la
muerte. No parece que encaja, pero es la única realidad. Al morir resucitamos,
y eso será para siempre. Porque, nos dice Jesús: «En verdad,
en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él
solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que ama su vida, la pierde; y el
que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno
me sirve, el Padre le honrará».
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