martes, 9 de agosto de 2016



Es de persona sensata usar el sentido común y darnos cuenta que nuestro destino no está en este mundo, y menos en las cosas que él nos ofrece. Nuestro verdadero destino, lleno de sentido y sensatez, es la Vida Eterna, pues para ella hemos sido creados.

La casa del mundo será consumida, destruida y desaparece. No parece una buena casa para vivir en ella toda la eternidad, porque, entre otras cosas, no está hecho para eso. Es una casa fugaz, de paso y que nos sirve para ganarnos la verdadera Casa, la del Cielo.

Es prudente abrir nuestros oídos y tratar de abajarnos hasta la sencilla humildad, imitando la pura inocencia y la docilidad que transparentan los niños. El Reino de los Cielos está preparados para aquellos que sean capaces de ser como niños: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos ».

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