Una de las cosas más notables
y exigentes es la coherencia. El hombre exige ser coherente. Es decir, vivir y
actuar tal y como se piensa y se cree. De tal forma que, si así piensas, así
debes vivir. Y no al revés, pensar como vives.
En muchas ocasiones bajamos
los brazos y nos rendimos. Terminamos pensando cómo vivimos. Es decir,
adaptamos nuestros pensamientos y criterios a la manera de vivir en los
ambientes donde nos movemos y trabajamos. Son ellos los que nos imponen nuestro
ritmo y criterio de vida.
Y eso no es así. La vida debe adaptarse a nuestra fe y
vivir según creemos. Creer en Jesús significa vivir según sus Mandatos y
Voluntad. Esa es la coherencia de nuestra fe. Ser coherente es adaptar mi vida,
en todos los aspectos y circunstancias, según la Voluntad del Señor.
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