viernes, 22 de julio de 2016



Hoy ocurre lo mismo que haces veintiún siglos. Muchos no creen y otros lo toman como un cuento. En tu época ocurrió lo mismo. Hasta Tomás, uno de tus discípulos, te exigió una nueva demostración. Podemos imaginar cómo hubiese sido con aquellos que ni te conocían ni creían en Ti.

Y eso explica que nos hayas enviado a proclamar tu Mensaje de Salvación. Si Tú has Resucitado, también los que crean en Ti resucitarán. Pero hace falta eso, creer. Y para muchos, las barreras y tentaciones de este mundo, les impiden ver endureciéndoles sus corazones y sus esperanzas.

Venden su felicidad eterna por un plato de potaje. Algo parecido a lo que hicieron los hijos de Jacob con su hermano José. Figura, después, de salvación para el pueblo de Israel en los años de vaca flaca. Están ciegos y ni oyen ni ven, y tiran el verdadero tesoro por la basura de este mundo.

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