domingo, 17 de julio de 2016



Desde pequeño oímos que el tiempo es oro. Pero la realidad es que es oro si nosotros lo aprovechamos y, acrisolándolo al fuego, lo convertimos en oro puro. Si se nos escapa, también podemos perderlo y dejarlo pasar inútilmente.

Lo mejor y más razonable es discernir y distinguir lo que realmente es oro, y, por tanto, verdadero tesoro, y lo que es caduco y termina evaporándose sólo. Acumular tesoros en el cielo (Mt 6, 19-21) es lo que vale, porque es lo que mantiene su valor eternamente. Lo otro, todo lo que puedas conseguir aquí abajo es caduco y pierde su valor.

Por lo tanto, lo verdaderamente importante es no afanarse en hacer y hacer, sin que eso signifique cruzarse de brazos, sino poner el énfasis en las cosas que cotizan y sostienen su valor en el Reino de los Cielos. Porque esa es la esperanza que nos sostiene y en la que creemos.

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