Jesús guarda una sorpresa de
su Divinidad y Poder cada vez que se presenta delante de su discípulos. No
obstante, Alguien que ha Resucitado no puede aparecerse sin demostrarlo. Y
Jesús aprovecha para dejar muy claro quién es.
Hoy, cuando se les presenta a
orillas del mar de Tiberíades, les pregunta si tienen pescado, y a la respuesta
negativa les indica que echen la red a la derecha de la barca. El asombro es
que la sacaron llena. Luego, ante tal prodigio advierte la grandeza y el poder
del Señor.
Se abren sus ojos e iluminados por la Gracia del
Señor, se dan cuenta de que es Jesús, su Maestro y Señor. Quizás, también a
nosotros nos ocurra algo parecido. No en vano somos también sus hijos, y ha
dado su Vida también por nosotros. La diferencia es que, dormidos en este mundo
prepotente y consumista, no advertimos su presencia.
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