Vemos el sepulcro vacío; escuchamos el testimonio de las mujeres que experimentan que Jesús no está y hablan de haberlo visto. Se nos anuncia que nos espera en Galilea, pero nuestros ojos no dan crédito ni nuestro corazón se abre a la fe.
¿Qué puede ocurrirnos? Simplemente, es
la Gracia de Dios la que nos abre los ojos y el entendimiento para poder
comprender y ver. Y cuando nos obstinamos en querer igualarnos al Señor y
comprenderlo, se hace la oscuridad en nuestro corazón y se nos cierran los
ojos.
Dios quiere nuestra confianza y nuestra fe en Él. Sabe que nos
será difícil, porque nuestra mente humana está sometida por el pecado, pero
sólo espera que tengas algo de paciencia. Es la experiencia de los discípulos y
la de aquellas mujeres. Jesús sabe y conoce los límites de nuestras fuerzas y,
llegado, actúa para abrirnos los ojos y la mente.
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