También puede ocurrirte eso a ti y a mí. Quizás no nos demos
cuenta, pero la vida, al menos para mí, ha pasado muy rápida. Sin embargo, lo
más que estimo y a lo que le doy más valor es el tomar conciencia que estoy en
la presencia de Dios.
Por dos razones: a) La primera, porque quiero ser feliz, y
esa felicidad he comprobado, por propia experiencia, que el mundo no me la
puede dar. Sólo en Jesús de Nazaret la puedo conseguir; b) la segunda, porque
dentro de mí hay una fuerza que me impulsa a aspirar a la eternidad plena y
gozosa, y eso, más todavía sólo se encuentra
en Jesús.
Jesús es el único que me puede salvar. Lo hizo con muchos, y lo continúa
haciendo hoy y ahora. Y lo hizo, tal cuenta el Evangelio de hoy, con aquel
paralítico que llevaba treinta y ocho años esperando ser sanado en aquella piscina,
llamada en hebreo Betsaida y que tiene cinco pórticos
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