martes, 8 de marzo de 2016



También puede ocurrirte eso a ti y a mí. Quizás no nos demos cuenta, pero la vida, al menos para mí, ha pasado muy rápida. Sin embargo, lo más que estimo y a lo que le doy más valor es el tomar conciencia que estoy en la presencia de Dios.
                           
Por dos razones: a) La primera, porque quiero ser feliz, y esa felicidad he comprobado, por propia experiencia, que el mundo no me la puede dar. Sólo en Jesús de Nazaret la puedo conseguir; b) la segunda, porque dentro de mí hay una fuerza que me impulsa a aspirar a la eternidad plena y gozosa, y eso, más todavía  sólo se encuentra en Jesús.

Jesús es el único que me puede salvar. Lo hizo con muchos, y lo continúa haciendo hoy y ahora. Y lo hizo, tal cuenta el Evangelio de hoy, con aquel paralítico que llevaba treinta y ocho años esperando ser sanado en aquella piscina, llamada en hebreo Betsaida y que tiene cinco pórticos

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