sábado, 5 de marzo de 2016






Las personas que, siendo agraciadas y habiendo recibido mucho, se lo guardan para su propio provecho o se enaltecen despreciando a aquellos otros que carecen de fortaleza o de cualidades e incumplen normas o cometen errores, se hacen despreciables y no son justificadas.

Por el contrario, los que siendo débiles y cometiendo errores y pecados, los reconocen, se hacen agradables a los ojos de Dios. Porque son los débiles y pecadores los que necesitan ser curados y, por lo tanto, de la Misericordia de Dios.

Por eso, es mejor adoptar la actitud del publicano y no la del fariseo, que se jacta de sus cumplimientos y se excluye como pecador. Porque quien se enaltece será humillado, y quien se humilla, será enaltecido.

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