miércoles, 16 de marzo de 2016



Es verdad que sabemos que la vida tiene un final, pero ese final humano, que todos conocemos, no es el definitivo. Es simplemente un paso para la real y verdadera Vida de la que nos habla Jesús. Por lo tanto, para el creyente que cree y permanece en Jesús, la Vida es Eterna y gozosa.

Y ante esa realidad, el hombre y la mujer contempla pasivamente, y envueltos en la nebulosa ciega de este mundo, su camino hacia la muerte. Porque sin la presencia de Dios todo es muerte y vacío, angustia y perdición. No entiendo esta reacción del ser humano.

Y me lo explico sólo desde la distracción y seducción que el demonio les hace de los olores y perfumes de este mundo que les seducen y les mienten, para luego traicionarle con la muerte y la perdición. Y es que el tiempo es oro y cada instante de nuestra vida puede valer una eternidad.

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