Es verdad que sabemos
que la vida tiene un final, pero ese final humano, que todos conocemos, no es
el definitivo. Es simplemente un paso para la real y verdadera Vida de la que
nos habla Jesús. Por lo tanto, para el creyente que cree y permanece en Jesús,
la Vida es Eterna y gozosa.
Y ante esa realidad,
el hombre y la mujer contempla pasivamente, y envueltos en la nebulosa ciega de
este mundo, su camino hacia la muerte. Porque sin la presencia de Dios todo es
muerte y vacío, angustia y perdición. No entiendo esta reacción del ser humano.
Y me lo explico sólo desde la distracción y
seducción que el demonio les hace de los olores y perfumes de este mundo que
les seducen y les mienten, para luego traicionarle con la muerte y la perdición. Y
es que el tiempo es oro y cada instante de nuestra vida puede valer una
eternidad.
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