jueves, 7 de enero de 2016




Cualquier ser humano, que se precie de serlo, descubrirá que su máxima aspiración es la vida eterna. No hay otra mayor. Y se supone que vida eterna en plenitud de gozo y felicidad. Eso, en una simple reflexión, nos descubre que, queramos o no, buscamos a ese Dios, Creador nuestro.

Y nos sorprenderíamos sin preguntáramos sobre eso, porque serán muy pocos los que no creen en ese supuesto Dios. Y digo supuesto porque otros lo llamarán de otra forma. El resultado es que todos creemos en ese Algo que es el principio y fin del universo.

Ahora, la cuestión está en que, primero Juan Bautista, y luego Jesús proclaman la buena Noticia de salvación. El primero, como precursor y preparador del camino del que ha de venir. Y el Segundo, Jesús, el Hijo de Dios Vivo, que se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida.

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