El diálogo es la oportunidad de
poder entendernos. Pero para ello, se hace necesario que estemos abierto a
buscar la verdad, que está abierta y en los dos bandos. No soy yo el dueño y
señor de la verdad, sino que contigo tengo que buscarla.
Se acaba el diálogo cuando te
muestras inflexible y sólo ves tu
verdad, despreciando la del otro. En esos momentos te muestras suficiente y
dueño de la verdad, que no está plenamente en ti.
Y eso ocurre entre los hombres. No nos entendemos
porque no queremos entendernos. Unos porque se adueñan de la verdad; otros
porque se vendan los ojos a su verdad, y otros muchos porque no les interesan
admitirla, pues le exigiría cambiar.
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