Sabemos que
el mundo es caduco. Eso quiere decir que tuvo un principio y que también tendrá
un fin. Por lo tanto, atesorar tesoros de este mundo no interesa, porque
también serán caducos.
Se impone
compartirlos y ponerlos en función del bien de todos los hombres. Eso descubre
que el amor es lo verdaderamente importante. Y, todavía más importante,
permanecer fieles y firmes en la esperanza de que el Señor vendrá a poner todas
las cosas en su lugar.
Es tiempo, por tanto, de alegría y esperanza
para animarnos. Y, a pesar de los acontecimientos que la vida nos presenta, la
Palabra de Dios nos conforta y nos llena de paz.
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