La vida es una constante lucha contra los apegos y
apetitos que la misma vida, valga la redundancia, nos presenta. Seguir a Jesús
es enfrentarnos a esas tentaciones, y eso nos incómoda y molesta.
Sin embargo, experimentamos que esa hipotética buena
vida no aparece, ni es como pensamos. Queda muchas insatisfacciones, vacíos y
sentimientos huecos y sin sentido.
Al contrario, cuando nos esforzamos, aunque se hace
duro, en el camino de las bienaventuranzas, pronto descubrimos que detrás de
ese esfuerzo se encuentra gozo, sentido, satisfacción y paz. Es precisamente lo
que el camino que nos señala Jesús.
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