Descubres
que tienes dos armas muy poderosas, libertad y voluntad, y que con ellas puedes
enfrentarte a tus propios egoísmos. Pero pronto descubres que la realidad es
otra. Las tentaciones y ofertas que el mundo te hace, debilitan tu libertad y
voluntad.
En tu
camino experimentas que no eres libre tal y como lo piensas. Haces, sí, lo que quieres,
pero esos quereres, por decirlo de alguna forma, son dirigidos por tu egoísmo y
apetencias. Y tu voluntad y libertad quedan anuladas.
Luego, entiendes, si lo reflexionas,
que eres esclavo de tus propias inclinaciones. Quieres hacer el bien, pero,
muchas veces te ves arrastrado a hacer el mal. ¿Qué ocurre? Simplemente, tu
libertad y voluntad necesitan la Gracia del Espíritu Santo para, juntos, vencer
al pecado que anida en tu naturaleza humana.
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