Jesús sufrió el asedio y tentaciones
del demonio. Lo conoce muy bien. Ya lo tuvo tentándolo cuando se retiró al
desierto y en muchos momentos de su vida en este mundo. Sabe que tiene poder,
pero con Él no puede porque está auxiliado por el Espíritu Santo.
El Señor nos protege y nos libera de
sus garras, pero necesita nuestra libertad y consentimiento. Nos pide nuestra
confianza en Él. Ha venido, enviado por su Padre, precisamente a eso, a
liberarnos de la esclavitud del pecado a la que
el demonio quiere atarnos.
Y en el
Señor estamos liberados. Ese es su Mensaje de salvación. Él lo expulsa de
nuestra vida y nos salva. Por eso necesitamos estar en y con Él abiertos a la
acción y la Gracia del Espíritu Santo.
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