Posiblemente pensemos que no nos hace falta ninguna
intervención que nos sane, porque no necesitamos ninguna. Oímos y hablamos
bien.
Sin embargo, nuestros oídos y lengua ni oyen lo debido, ni
hablan lo que deben. Quizás para las cosas del mundo tenemos buenos oídos y
entendemos su lenguaje, pero no es eso lo verdaderamente importante, porque
esas cosas son caducas.
Lo verdaderamente importante es la Palabra de Dios. Es eso
lo que importa oír y entender. Y también saber interpretar y proclamar.
Proclamar con tu palabra y con tu vida.
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