Estamos o nos
gusta estar de parte de la ley. Pero una ley que no vaya contra nuestros
intereses. Entendemos que la justicia es buena y hay que aplicarla, pero sobre
los otros, no contra mí. Para mí hay excepciones.
Es lo que
pensaba aquel fariseo llamado Simón. Le gustaba oír a Jesús y posiblemente lo
admiraba. Se gustaba que lo vieran con él y logró que Jesús fuese como invitado
a su casa. Pero no
entendió su Mensaje, porque tampoco entendió el por qué Jesús se dejó acariciar
y enjugar sus pies por aquella mujer, a la que él despreciaba por pecadora.
Quizás nos
guste lo que dice Jesús, pero si no entendemos su Misericordia nunca podremos
entenderle, porque estamos vivos y salvados precisamente por eso, por su
Infinita Misericordia.
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