El problema no es lo que se escucha, sino como se escucha.
Lo puedes hacer de forma indiferente, ambigua, sin actitud de hacerlo vida en
ti o mirando para otro lado. O puedes hacerlo con atención, con respeto y dispuesto
a obedecer y vivirlo.
Tu vida será diferente tras la escucha, pero no por eso será
mejor. Porque dependerá que verdad has escuchado. Porque puedes escuchar la voz
del mundo o la voz de Dios. Dependerá de a quién has escuchado.
Porque sólo el Señor tiene Palabra de Vida Eterna. Todas las
demás, sin ser malas, son caducas y desaparecen por sí solas.
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