Posiblemente ese sea uno de nuestros peores pecados, la
vanidad de querer sobresalir y satisfacer lo que nos apetece y gusta. Dar
rienda suelta a nuestro egoísmo. Es algo que nace dentro de nosotros, junto a
la también hierba buena que Dios ha plantado.
Y durmamos o no, queramos o no, crecerá junto a los buenos
sentimientos e intenciones. No podremos detener su crecimiento, pero si
evitarlo. Claro, solos no, porque el mundo, demonio y carne nos pueden, pero si
bien acompañados.
En la compañía del Espíritu Santo, enviado por el Padre,
seremos fuertes, habilidosos, pacientes, sabios, valerosos y perseverantes para
sostenernos en el Amor de Dios y vencer al pecado.
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