Nos pasamos toda la vida abriendo puertas. Puertas que nos
ayuden a mejorar o a situarnos mejor. Sin embargo, la verdadera Vida tiene una
sola puerta.
Esa puerta es el Señor. Hoy nos lo dice en el Evangelio: Yo soy la puerta; si uno entra por mí,
estará a salvo. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
El
problema es que no terminamos de creérnoslo y cerramos nuestros oídos y corazón.
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