Nos cuesta ser solidarios, pero muchas
veces no es que no queramos serlo, sino que las mentiras y los engaños no hacen
desconfiar y reprimirnos.
Es como lo del cuento del lobo. Tanto se
rió engañando a los vecinos con la mentira de que venía el lobo que al final, cuando
fue verdad, nadie le creyó.
Es entonces cuando los malos aprovechan la
desconfianza y confusión para hacer sus fechorías.
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