domingo, 1 de marzo de 2015




No miramos lo fundamental, que es el Amor, sino que nos fijamos en las normas, en los líderes, en lo que alcanza a comprender nuestra razón o en quién nos parece más poderoso. La palabra tiene poco peso y no confiamos en ella.

Perdemos la noción del tiempo y nos es imposible saber el camino hasta llegar a nosotros mismos. Pero nos obstinamos en discernir y no creer sino lo que somos capaces, o de ver o comprender. Fuera de eso nos cuesta mucho dar un paso.

Muchas veces Jesús tiene que hacer cosas prodigiosas contigo y conmigo, como hizo en el Tabor con Pedro, Santiago y Juan, para que, a pesar de no entender, despertemos nuestra fe.

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