Sin lugar a duda, el Espíritu es el que da vida, la carne no
vale para nada (Jn 6, 60). Todo lo de aquí abajo, por muy gozoso y placentero
que sea no vale para nada. Entre otras cosas porque no permanece, y lo que no
permanece tiene poco valor, pues termina desapareciendo.
La carne está destinada a morir. Sólo permanece la carne
encarnada en el Espíritu de Dios, ese Espíritu que Jesús nos ofrece y comparte
en su Cuerpo y Sangre con nosotros. Por eso, en Él nos alimentamos y en Él
seremos espiritualmente eternos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.