Poco a poco vamos cayendo en la trampa de la noche de reyes. Trampa que nos distrae y centra esa noche en noche de consumismo y el día en día de regalos. Jesús, quien fue visitado por los magos de oriente, pasa a un tercer plano. A penas tiene presencia. Y, ¡vaya contradicción!, celebramos el encuentro de los magos de oriente con el Niño de Belén.
Lo mismo ocurre con la Navidad. Todo se transforma en fiesta y la liturgia y lo que representa se convierte en una costumbre formal y tradicional, pero que no tiene trascendencia ni incidencia ninguna en la vida de los que la celebran. Todo eso nos debe de llevar a una seria reflexión.
¿Es la Navidad un espacio donde celebro y recuerdo el gran regalo de salvación que Dios, en su Hijo, hace al hombre?
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