sábado, 13 de diciembre de 2014



La causa de no escuchar lo que se nos dice es porque nos interesa escuchar lo que esperamos y nos apetece escuchar. Cuando se anuncia lo que nos compromete y complica la vida, se nos hace duro escuchar. Y, por supuesto, lo rechazamos.

No cabe duda que queremos la felicidad y la eternidad. Eso nos satisface y nos da alegría, pero la buscamos en las cosas del mundo, y no en las cosas que nos dice el Profeta. Así lo rechazamos, porque no coincide con los que nosotros pensamos y queremos.

Y experimentamos que no renace la alegría, porque no se encuentra en el mundo. Nace en los corazones que se abren al Mensaje y nacimiento de Jesús de Nazaret.

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