jueves, 20 de noviembre de 2014



¿No te ha ocurrido alguna vez que tienes que elevar la voz para que te atiendan y te escuchen? Hay momentos que tienes que llamar la atención para despertar la atención y la audacia de los demás. Porque instalados y acomodados nos relajamos y sólo pensamos en vivir bien.

Pero, de pronto, como ha sucedido hoy en mi isla, llega la lluvia y te atrapa en plena calle. Sabías que se avecinaba tormenta, pero así y todo la tormenta te ha sorprendido. Igual, Jesús, tuvo que ponerse muy serio y expulsar a aquellos mercaderes del templo. Lo habían convertido en un lugar de negocio e intercambios.

¿Nos podrá estar pasando a nosotros lo mismo? ¿Vamos al templo a negociar con Jesús y no a adorarlo en Espíritu y en Verdad?

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