Lo que descubre a una persona son sus palabras y
sus obras. Nadie, Señor, ha hablado como Tú, y tus obras son bendiciones para
los hombres. Sorprende y despierta admiración la autoridad con la que hablas.
Porque sigues actuando entre los que te llaman y te convocan, y te haces presente
cada día en las Eucaristías celebradas. En esos momentos podemos estar muy
cerca de Ti hasta el punto de alimentarnos con tu Cuerpo y Sangre.
Y se experimenta también el Espíritu Santo que,
nacido del Amor entre el Padre y el Hijo, nos guía y nos asiste en el
peregrinar de cada día. Por eso, Señor, Tú eres el Hijo de Dios Vivo, el Mesías
prometido, esperado y enviado por el Padre Dios en la plenitud de los tiempos,
para que, según la Voluntad del Padre, por su Muerte y Resurrección, todos los
hombres fuesen rescatados.
Porque
donde dos o más se reúnan en tu Nombre, allí Tú te haces presente.
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