Es posible que te preguntes por qué tanto sufrimiento. No sólo el que tú experimentas sino el de muchas personas que te conmueven y te sientes solidario. En tu reflexión descubres que es la cosecha que muchos siembran y otros, quizás sin culpa, heredan. Nosotros mismos llevamos esa herencia errante porque nuestros padres se apartaron de Dios.
Y todavía seguimos queriendo ser dueño de nuestro destino y empleamos mal la libertad recibida. Nos empeñamos en ser autónomos y dirigir nuestro camino. Y son los tropiezos propios y de los otros los que nos avisan y descubren que vamos por caminos equivocados.
Quizás debemos ser agradecidos y sentirnos agraciados por tener alertas, aun sufriendo, que nos hablen de otro camino de esperanza donde la vida sea gozosa y eterna. Buscarlo, a pesar de las dificultades, debería ser nuestra prioridad.
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