Nunca estaremos seguros si hemos seguido el camino recto o lo hemos torcido en muchos momentos. El confesarnos y sabernos pecadores nos descubre que torcemos el camino infinidad de veces, y eso nos hace dudar de seguir o no seguir. ¿Para qué, pensamos, si fallo a cada momento?
Son los momentos que el diablo trata de convencernos que no vale la pena y es imposible seguir. Perdemos el norte y las tentaciones del mundo se hacen más golosas e irresistible. Es entonces cuando hay que pensar que Jesús sabe de nuestros fallos y debilidades y su Corazón está abierto siempre al perdón.
Perseverar y confiar en Jesús es el esfuerzo que necesitamos pues en Él encontraremos lo que buscamos: felicidad y amor.
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